Me gusta decir que la moda es caleidoscópica: siempre igual, siempre diferente.
Los que estamos familiarizados con el caleidoscopio, sabemos que ese sencillo objeto cuyo nombre procede del griego Kalós bella, éidos imagen y scopéo observar, es un tubo que contiene tres espejos que forman un prisma tetraédrico con su parte reflectante hacia el interior, al extremo de los cuales se encuentran dos láminas traslúcidas entre las cuales hay varios objetos de color y forma diferente, cuyas imágenes se ven multiplicadas simétricamente al ir girando el tubo mientras se mira por el extremo opuesto. Los espejos pueden estar dispuestos a distintos ángulos: a 45º se generan ocho imágenes duplicadas, a 60º seis y a 90º cuatro.
En moda sucede algo muy similar: los objetos de color que se mueven y utilizan son siempre los mismos elementos, repetitivos colección tras colección y temporada tras temporada, el sistema moda está ya claramente fijado, como esas láminas traslúcidas, los espejos y ángulos que forman los medios de comunicación –multiplicando esas imágenes-, las empresas y diseñadores, se puede decir, que apenas sufren cambios.
Son los consumidores los que girando este sencillo y misterioso "tubo" del mercado provocan imágenes siempre diferentes con sorprendentes resultados, la óptica de cada persona en la calle da vida constantemente al complejo entramado moda.